Mediante la lectura de dos escritores mexicanos, Octavio Paz y Juan Rulfo, propusimos escribir una carta. La carta es uno de los géneros literarios más antiguos, más antiguo, inclusive, de lo que hoy entendemos como novela, cuento y poesía, formas que tal vez contengan a aquella, como un cuerpo y tensión invisibles.
De Octavio Paz leímos su cuento "Carta a dos desconocidas". ¿A quién dirige Paz este cuento?, ¿cuál es el procedimiento literario que utiliza para escribirlo? Dificil dar una sola respuesta. Cierto que se trata de alguien de sexo femenino que no puede conocer del todo bien por los recuerdos onmipresentes de otra mujer (¿o es la misma?). El cuento resulta una carta a nadie finalmente diluida en una conclusión y esperanza metafísica. Nos interesaron del relato los siguientes fragmentos, utilizados como guías en el pizarrón: "Llamarte por tu nombre sería como separarme de ti" / "una ausencia (soy) que revela tu presencia" / "cuerpo en el que pierdo (mi) cuerpo".
¿Cómo escribir una carta sin nombrar al destinatario?, o mejor: cómo, sin siquiera conocerlo, tal era la propuesta ahora mejor presentada. Así de extraño como la ida al pueblo de Comala por el protagonista de la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo, que resumimos con esta parte de dicho texto, insólito hasta ese momento en la novela latinoamericana: "Me mandaste al dónde es esto y dónde es aquello", lo que representa además un hermoso problema gramatical.
Dos trabajos de ejemplo (el de Juan es casero):
Carta a una mujer cualquiera
Hay tantas mujeres como especies en la selva, y yo soy compatible con una o dos;
a las demás se las puede amar.
Malparidas o efímeras.
La verdad es que los hombres tenemos la culpa de todo (no yo).
No esperes que no te entienda,
que no te ame
y que no te lo diga.
Y por favor, ahora dejame solo.
Juan Manuel Rizzi
Destinatario: Sarmiento 745
Usted debe pensar en los actos que está llevando a cabo, pues son la causa de esta epístola. Que me ponga a escribir no es poca cosa, usted debe considerar que estoy llegando al apogeo de mi misantropía y ni siquiera tengo ganas de comunicarme conmigo mismo. Pero vayamos al grano; en su caracter de solemne, incorruptible, intachable y virtuoso usted está dejando a su paso una estela de veneno en el aire. Y sabe muy bien a qué me refiero. ¡Qué aberrante! ¡La apoteosis de la hipocresía y de la calamidad! Se da cuenta del inmenso rechazo que me causa y de la soberana repugnancia que siento hacia usted. No me alcanzan las injurias, crápula de los crápulas, degenerado, inmenso desastre de la humanidad, imbécil empíreo. Su arrogancia es un condimento perfecto para ensalzar más su estupidez. Ningún vómito, ni el más nauseabundo, se compara con las palabras que salen de su boca. Y como no creo que haya descargo suficiente, deseo terminar con esto. Puede ser que te vayas al quinto carajo y a la reputísima madre que te parió.
Remitente: Sarmiento 745
Mariano Arrieta
Jaja, muy buena las dos
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