domingo, 27 de marzo de 2011

El no-hacer. Macedonio Fernández

El precedente de todas las vanguardias literarias argentinas, Macedonio Fernández, distingue tres géneros con la misma jerarquía estética: la Novela o Prosa, la Metáfora y la Humorística. Consideramos que se trata de una superación de los tres géneros dados en la entrada anterior, de claro cuño aristotélico. En nuestro taller, el Departamento de Novela o Prosa es conducido por Marcelo y Horacio, el de Metáfora por Mariano y Juan Manuel, y la Humorística por Germán. Los demás tienen la libertad de sumarse a conducir cuales les plazca.

Y todos surgen del no-hacer.


EL NO-HACER

La mera omisión no es suficiente no-hacer; invención de una nueva dignidad: la omisión por Acto.
El no-hacer-nada, o simplemente, el No-Hacer no es un género en el que se hayan hecho todos los progresos; véase en lo aquí narrado cómo podía enriquecerse todavía el noble género: Se titula el sensato cuento: "La Diosa Omisión" o "El Taller del Ocio".

En aquella Estancia donde nadie hacía nada hubo un día en que los habitantes se alegraron al divisar que iba llegando lenta, descansadamente, una persona que no conocían. Los que llamaremos estancistas tenían por momentos la incomodidad de dudar de si no faltaría todavía algo que dejar de hacer, que a lo mejor habían descuidado de omitir; y este desconocido de tranquilo andar, por su desgarbo y modos reposados, expresión personal de contento y despreocupación, parecióles que tenía todo el aire de ser un experto en el no-hacer y el no-suceder, que eran las cosas en que vivían colaborando los estancistas sin discrepancia, y también sin jactancia, pues ya digo que no estaban satisfechos del todo, sospechosos de hallarse, sin darse cuenta, omitiendo todavía alguna omisión.
Sí, el desconocido calmoso debía traer un algo que se pueda no hacer, una ampliación del catálogo; en efecto, y no en efecto, es decir parcialmente en efecto, el desconocido no era tal genio del no-hacer y había tenido la fortuna de que, por casualidad -pues por investigación y trabajo nunca halló ni buscó nada- conoció en la ciudad el precioso vivir del burocratismo.
Explicó a los estancistas, una vez que se les hizo amigo y fue invitado a quedarse eternamente (aunque no fuera más que por no tener el trabajo de no quedarse) y a cooperar e identificarse con todo el no-hacer del Establecimiento, que había algo que añadir al puro no-hacer; éste era incompleto, carecía de su elegancia que fue siempre la belleza esencial de la Omisión, porque faltaba un ingrediente primario de la ociosidad que él descubrió en toda oficina del Estado, donde no sólo se le imparte al empleado nuevo en seguida la prohibición de hacer sino que se les hace firmar un horario de presencia en la oficina, y, para que su no hacer se vea, se le encarga confeccionar toda clase de memorias o informes, lo que no es trabajoso porque consiste simplemente en arrancar páginas de cualquier novela y firmarlas. Además, el recién llegado, y el ya empezado a quedarse, añadió una extraordinaria información, a saber, la de que los desocupados de Puerto Nuevo, con abundantes razones, se habían quejado del exceso de horario previendo que, por el espíritu de contradicción, el Gobierno decretaría prestamente el aumento de aquél.
Así empezaron en la Estancia las memorias e informes de capataz, de proveedor, de cocinera, con otras tantas páginas de novela que quizás, bien encuadernadas en un solo tomo, constituirán la novela modelo de continuidad.
Esto era la autenticación del No-Hacer, que es lo que les había faltado siempre a los estancistas.

Macedonio Fernández